Carlos Tevez: un retrato de Maradona, los botines blancos y la lección de su papá que le cambió la vida
Semblanza del "Apache", desde su primer partido en las Inferiores de Boca hasta el día en que no quiso gambetear más. De los bailecitos a la rabia, historias de un ídolo brutal

Carlos Tevez: Un retrato de Maradona, los botines blancos y la lección de su papá que le cambió la vida | BOCA
Se va de Boca el pibe que gambeteaba sacando la lengua. Se va de Boca, se retira, se va, el morocho que cada vez que encaraba lo hacía ahuecando un poco el lomo, como si se armara de un caparazón. Carlos Tevez la pisaba y, como Iron Man, aparecía su armadura, su escudo en el potrero, reflejo físico para defenderse de las patadas, los balazos que vuelan, la pobreza, el destino que casi nadie puede cambiar. Hay jugadores a los que no se les leen nunca las cicatrices de su infancia y jugadores, como él, a los que sí. Después metía un gol y bailaba. Ya hacía mucho –muchísimo– que no lo hacía. Hacía mucho que Carlos Tevez había dejado de bailar.
“Yo soy mucho de hablar con el cuerpo”, dijo este último viernes, en su conferencia de prensa final. Su cara certificaba eso: había cansancio, había pandemia, hastío, vejez. También dijo que si se iba era porque ya no podía haber “cosa más linda en Boca” que lo que había vivido el 7 de marzo de 2020, cuando –en la Bombonera– le metió aquel gol a Gimnasia y mandó a River a ser subcampeón. Hay que ver el festejo tras su derechazo: el ex Apache se sube al alambrado apretando los dientes, se baja y así sigue, con rabia, con furia, con dolor; es el gesto de los que necesitan darse fuerza para una escalada sobrehumana. En ese mismo arco había hecho su primer tanto, el primero de los 94 que metió en Boca, un derechazo suavecito con el arco libre en un 1-1 ante Olimpia de Paraguay, ida de los cuartos de final de la Libertadores 2002. El primer compañero que lo abrazó fue Abel Balbo. Atrás de ellos, Juan Román Riquelme levantaba los brazos para festejar. Entre el año pasado y éste ya se retiraron Pablo Zabaleta, Javier Mascherano, Fernando Gago. El siglo XXI está dejando lentamente su adolescencia. Los centennials ya envejecen también.
Los primeros botines que usó Tevez en Boca eran blancos. Entonces, toda una rareza, una transgresión: el 21 de marzo de 1998 el pibe de Fuerte Apache debutaba frente a Vélez, a los 14 años, en Casa Amarilla. Era la 1ª fecha del torneo Apertura de 9ª División. La camiseta de Boca era la misma que entonces usaba la Primera, aquélla de la franja amarilla anchísima, la del primer campeón invicto en la vida del club: Córdoba, Bermúdez, Serna, Riquelme, Guillermo, el Palermo del mechón. No había un solo jugador que usara botines que no fueran negros. Tevez se había comprado los suyos –desubicados, bien mersas: blancos– en un viaje que Boca había hecho a Alegrete, Brasil.
Su primer gol en el club fue ese día. Cabeceó abajo del arco, sin marca, solito. Era el 2-0 parcial. Parcial porque, en el segundo tiempo, el guacho del Fuerte volvió a aparecer. Un pase largo cayó adelante suyo, ya adentro del área, en el punto del penal. La pelota picó y el arquero de Vélez saltó y se expandió como uno de handball, como un patova, enfrente de él. El morocho de los botines blancos apeló entonces a la memoria corporal de la villa: llegó antes, le tiró un sombrero, se fue atrás de él. Ya solo en el área chica, le mató el pique, la empujó. Después miró a la platea de Casa Amarilla y la señaló con los brazos estirados. No corrió. No celebró. No lo gritó.
“Yo antes, cuando jugaba en All Boys, festejaba los goles –le contó al canal Boca TV–. Ahora no sé por qué, me da vergüenza. Pero ya los voy a festejar”.
El primer Boca de Tevez le ganó 3-0 a Vélez. Al volver a su casa, en el Nudo 1 de Fuerte Apache, acaso se habrá quedado mirando un rato el cuadro que tenía en su habitación: una foto de Maradona en la Selección antes de la entronización del Mundial 86. Era un Diego que estaba en el aire, corriendo sin pelota, mirando para atrás. Parecía estar esperando un pase. De los ángulos del cuadro, Carlitos había colgado un rosario. Diecinueve fechas después de aquella goleada ante Vélez, su primer Boca también salió campeón.
“Mi sueño –contó entonces en una entrevista con TN Deportivo– es cambiarle un poco la vida a mi viejo. Mi viejo siempre sueña con irse del barrio, tener su propia casa, su camioneta y todo eso, y eso, para mí, es un sueño que, pienso, se lo voy a hacer realidad”.
Segundo Tevez era albañil. Mientras su hijo jugaba en el Fuerte y después en las Inferiores de Boca algunas veces lo llevó a laburar con él, cosa de que no solo conociera el oficio sino también su vida, su realidad. En el barrio, el futuro es algo que puede verse en cada esquina. Y una vuelta, caminando juntos, Segundo se lo hizo saber.
Cruzaban la puerta de un bar cuando el viejo de Carlitos vio adentro a su hermano. Más que verlo, lo reconoció: estaba como siempre, drogado, tomado, medio dormido a una mesa, ninguna novedad. La escena la descubrió y la contó el periodista Nahuel Gallotta en el diario Clarín. Así que Segundo lo agarró a Carlos de una mano, le hizo mirar eso.
–¿Ves? –le dijo– Si no trabajás, si no estudiás, si no jugás al fútbol, podés terminar como él. ¿Querés eso vos?
Hay historias que parecen tener la pretensión de las ficciones malas, es decir, ser lógicas, circulares, un cuentito cerrado sin el caos de la realidad. En la vida eso casi nunca pasa, pero cuando pasa, son el faro del sueño de los demás. Tevez hizo realidad el suyo, le compró a su viejo su propia casa, su camioneta y todo eso, y cuando se fue Segundo, eligió irse él también. Y aunque mucho tiempo haya pasado (ahora es multimillonario, es amigo de un ex presidente, con el dinero de una sola transferencia les compró diez a casas a sus tías y sus tíos afuera del barrio, cosa de sacarlos de ahí), en la memoria del juego quedará en cambio la imagen de aquel guacho sacando la lengua mientras se manda a gambetear, el pibe que un día fue y le dijo a Roger Ruiz, uno de los entrenadores que tuvo en el Fuerte: “Pero yo no quiero trabajar en la construcción: yo quiero ser jugador”.
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